miércoles, 22 de febrero de 2017

¿Eres tú?



Nacemos de rosa o de azul, porque nuestro género dictamina cual será nuestro color. Comiendo más o menos dependiendo lo que crean que es conveniente. Crecemos jugando a algo que no es nuestro para seguir la estela de lo que hacen todos. Conocemos a esa pareja que nos saca de dónde estábamos para volvernos a revolver la vida, escuchando como nuestros amigos no es lo que nos desean, y haciendo cosas que antes no habríamos hecho. Crecemos aún más con una familia y dos hijos porque es lo que nos depara el futuro y morimos, solos, para darnos cuenta de que hemos sido todo menos lo que somos de verdad.

Nos movemos al son de las influencias, de lo que nos dicen, de los que nos hacen o, corrijo, de lo que nos dejamos decir, y de lo que nos dejamos hacer.

El rosa mola, como la vida. Y ver a un bebé con chocolate hasta en las pestañas no puede ser tan malo. Seguro que no.

En los recreos hay auténticos craks del fútbol, del baloncesto, de llegar primero a la fila, y de no dar ni un chicle. No es mejor el que mas goles mete, sino el que se va a jugar a las canicas porque está de lo que no le gusta hasta los balones. ¿O a las casitas eh? A lo que le de la gana.

Y que sí, que quizá ella no es lo mejor para nosotros, que quizá hay alguien mejor justo detrás de la puerta, que esas amistades por donde nos lleva no son las adecuadas, pero equivocarse es ley, y una jodida maravilla. Vivir sabiendo qué piedra tienes que empezar a rodear, y recordando el aterrizaje como una sensación increíble. Odia todo lo que quieras después, pero allí, influido o no, eras rey de algo que parecía mentira, que era mentira, pero era, al fin y al cabo.

Viaja o trabaja, vuela o emprende, corre o camina, escribe o lee, esposa o besa, ten dos hijos o escribe tres libros, planta un árbol o replanta el amazonas, elige si quieres recordar o ser recordado, elige si quieres estar o vivir estando, elige lo que sea pero elige bien.

Porque al final morirás solo en una habitación, en mitad del pacífico, en tu casa, en la suya, o donde nadie te encontrará jamás. Pero morirás.

Y ahí, justo en tu último instante es cuando verás pasar la película que soñaste o la que te contaron.

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