domingo, 20 de diciembre de 2015

Nuestros



No me creo el cuento de las medias naranjas, lo siento. Prefiero la teoría de los medios zumos. Creo, de creer, que somos lo que podemos dar, el jugo que estamos dispuestos a exprimirnos. Creo, de crear, que nos hacemos de los que nos dan, de los que, exprimidor en pecho, se vacían para nosotros. Sin cáscara, sin envoltorio.

No me vale eso del abrazo de dos mitades. Hay más de un vacío legal suelto entre esa unión, lo vuelvo a sentir. La hoja del cuchillo que las ha cortado, la calidad del producto, la cantidad, la madurez o la putrefacción. La grieta entre partes puede ser enorme, inconexa. Imperfecta en resumen.

Hablemos entonces de la fusión. Unión, sí, pero que hace del plural, singular. De la suma, resultado. De la diferencia, acuerdo. Del tu y yo, nuestros. Nuestros que no nosotros. Porque quiero y porque puedo.

Nuestros porque algo dispuesto a hacerse uno es a la vez de los dos. Nuestros porque la mezcla es mucho más que un apaño con pegamento de calidad cuestionable. Nuestros porque hartos de ser mitad hemos decidido ser fusión. Fusión con fricción. Fricción de la buena, de la sana. De la que sea como sea el hambre, siempre da ganas de comer.

Nuestros con todo lo que ello conlleva. Nuestros siendo tan tuya y tan mío. Vitamina C agarrada a todos los buenos días y a las mejores noches. Fuerza equitativa a la de la gravedad y ganas reflejadas en cada sorbo.

Nuestros, tan nuestros, que utilizar el verbo que más quiere de todos sea el pretexto para escucharlo de vuelta. Nuestros, tan nuestros, que los defectos sean virtud. Que la diferencia sea la antesala de la superación y no del miedo. Nunca del miedo. Que la pulpa pueda incluso ser colada, siempre a gusto de los consumidores. De ti y de mi.

Por eso soy pro-fusión, pro-mezcla, pro-nuestros. Porque prefiero ser algo dispuesto a aceptar lo que fue y decidido a enfilar lo que será. Porque prefiero el conjunto, el acuerdo, la guerra en la que no pierde nadie. Que ninguna parte exprime más. Porque prefiero empezar sin cáscaras que atravesar.

Y, sobre todo, porque ser así de nuestros, tan nuestros, lleva a estar siempre dispuestos a llenar cualquier vaso de principios sin pretensiones de acabar.

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