Lo han intentado. Han intentado
hacernos presos de nuestro cántico de juego infantil. Han intentado enseñarnos
a todos, a base de masacre, que esta vez París se estaba quemando de verdad.
Con todas las vocales. París, paras, peres, piris, poros, purus.
Lo han intentado llevándose por
delante vida que aún no estaba vivida. Vida que no tenía que ser llorada. Vida
que, se ponga donde se ponga el destino, no le tocaba dejar de vivir.
Lo han intentado tanto y tan mal,
porque esto nunca es bien, que hasta la mismísima Eiffel se apagó mientras su
reino ardía.
Entonces ocurrió. La justicia se
hizo presa del mundo entero. Justicia, no venganza. Que nosotros seguimos
teniendo todo donde hay que tenerlo.
De Brasil a Nueva York. Pasando
por Roma, e incluso Washington para terminar dónde empezaron. Para terminar
donde empezamos. El planeta bajo los colores Franceses y París entonando su
propio grito de paz. “Sin miedo.”
La humanidad volvía a ser humana.
Con palabras y sin armas. Con valentía y en compañía. Hermanos del mismo
ataque. Víctimas de la misma crueldad. Vencidos negados a ser derrotados por
algunos que de tanto creer, no creen en nada.
Y ahí sigue Paris. Y seguirá.
Porque por muy grandes que sean las llamas, más fuerte es una ciudad soplando
en consonancia. Buscando lo que se merecen.
Además, muy ingenuo hay que ser para confiar en que la ciudad del amor, iba a dejar de querer.
No hay comentarios:
Publicar un comentario