miércoles, 4 de noviembre de 2015

¿Maravilloso?


La subjetividad de las 7. Así, sin anestesia. He ahí mi propio teorema. El teorema que deja en entredicho la supremacía de la Gran Pirámide de Guiza, el Chichén Itzá, el Coliseo, la estatua del Cristo Redentor, la Gran Muralla China, el Machu Picchu e incluso el gran Taj Mahal. 

No quiero alardear de algo que no conozco o hacer de crítico historiador, ni mucho menos. No voy a quitarle peso a la voz que afirmó que esas eran las siete cosas más maravillosas de este mundo pero si voy a echarle la bronca. Porque quiero y porque puedo. 

Echarle la bronca lo más sanamente que se me ocurra. Sano como es ver que los abuelos, todos, por dura que sea la batalla, siguen sonriendo día sí, día también. Sonriendo tanto como el que llora por bonito y no por putada. Tan bonito y tan barato como decir que el sol, a pies de quien sea, tampoco da tanta luz. Luciendo como los ojos del poeta que escribe en prosa porque le falta renglón ante un mundo donde la lluvia también se presta de musa. Poesía comparada a estudiar lo que aquelquería ser de mayor y ahora eres, porque esto también puedes. Poder, como el que ya querría cualquier superhéroe, que sientes al ver que sigues siendo lo que habías construido, caigas dónde caigas. Caigas como caigas. Construir tu vida como el que no tiene sueños, porque teniendo esos cimientos no le hace falta a nadie más ilusión. Iluso de los, ¿Y si? Gracias a unos apuntes con sorpresa. Las letras también saben esconder ganas. Azules en este caso. Ganas como las que te da saber que formas parte de algo. De lo que sea.

No es que mi teorema de pacotilla y yo no estemos de acuerdo con esa voz, sino que ambos, juntos, creemos que hay maravillas mucho más allá de la materialidad de unos monumentos cultos a cualquier Dios. 

Maravillas del día a día. Granos de arena de este mundo que hacen que cualquier vida sea un poquito más diferente de lo que era tan solo un parpadeo antes. Capaces de hacerse fijas. Tan grandes como un final que se niega a llegar. Agarradas a pervivir siempre en nuestra mente. 

Y llamadme raro, pero creo que algo que hace que cualquier momento malo se esfume, es mucho más maravilloso que una suma de piedras milenarias.

Por muy en mitad del desierto que estén.

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