miércoles, 21 de octubre de 2015

Qué cabron


La suerte de los que la merecen, la ilusión de los nuevos comienzos, de las mejillas sonrojadas, de las sonrisas cómplices ante su particular: Si, quiero. Quiero todo, sin pereza, contigo todo.

Ganas. Desde el principio y hasta el final. Túneles del tiempo que te llevan a un futuro en el quinto pino con los ojos de la persona que está mirando como entonas el “siempre” más longevo que hayas pronunciado jamás. 

Defectos llenos de virtud. Lugares cotidianos que aún no habías sido capaz de descubrir de verdad. Momentos tan llenos de poesía que riman tanto en asonante como en consonante. Sofás que verán más batallas que el Coliseo y cojines tan poderosos como Excálibur. O más, que ya quisiera el Rey Arturo.

Magia sin wingardium leviosa, sin tinieblas, sin trols, pero con mariposas. Es así, por cursi que pueda llegar a sonar. A todos nos encanta esa sensación tan, que solo puede explicarse sumándole otro tan. Esa sensación tan tan. De alguna forma es la que nos hace seguir. La que nos hace sentir. Sentir que había algo más, algo después de todo lo que vino antes y nunca, jamás, íbamos a poder superar. Pues se supera, joder que si se supera.

Se supera en los ojos. Sobretodo en los ojos. Son el espejo del alma, y cuando el alma se abre no hay nadie que pueda dejarlos cerrados. Derrochan brillo y olvidan el contraste. Haces de luz que iluminan la vida que se les ponga por delante. Y la propia, la propia también.

Al principio todo es mejor. Llueva, nieve o truene siempre es el momento perfecto. Al principio todo es risa y si reír es vida, hacerlo así es infinito. Y una cosa, principio es siempre si no se llega al final. Por eso no hay final bueno, porque acaba.

Qué cabron porque quizá seas uno de los que tiene esto en su mano ahora mismo. Qué cabrones porque os ha tocado a vosotros. 

Permitidme escribiros en primera persona. Disfrutad. Disfrutad de la emoción que, seguro, se mastica en vuestro ambiente. Si, se mastica. Pero hacedlo de verdad. Hacedlo sin final. 

Hacedlo tanto y tan bien que no tengáis que odiar nunca eso de llegar a los créditos. Y no hay nadie que sepa más que la experiencia. Ni que se arrepienta mejor.

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