Me niego a volver al querer sin poder, al echar de menos por
señales de humo o a los besos náufragos de tierra a la vista. Al disfrutar sin
disfrutarla, al reír sin verla y a los sentimientos llenos en botellas
incapaces de no ser desbordadas.
Me niego a volver a darle protagonismo a unos kilómetros que,
ahora, nos doblan en ejército y ni aun así nos superan en ganas. No van a poder
con nosotros.
Dijo una vez una sabia, que con ganas, con un solo hombre y
con una sola bala, puedes dejar devastado y desolado al mejor escuadrón de
guerra de la historia. Uno que, contra todo pronóstico, arrasa en una batalla
que estaba deseando ser vencida. Dos que, contra todo pronóstico, harán la
vuelta rápida en asfalto con neumáticos sin adherencia.
El tiempo es efímero, fugaz. Dura como un salto al vacío, y
en este llevamos arnés. Tengo ganas; una, dos y tres, salto, reboto, y estás
aquí. Otra vez.
Así que por esa regla de tres asumo. Asumo volver al querer
sin poder, pero sin dejar de hacerlo, al echar de menos por señales de lo que
sea y a los besos náufragos de tierra a la vista pero sin parar sus brazadas. Asumo
el disfrutar sin disfrutarla y el reír sin verla pero escuchándola. Y a los sentimientos llenos en botellas
incapaces de ser desbordadas les diré una cosa; ni hay, ni habrá botellas
suficientes para guardar eso.
Asumo esperarte, pero eso sí, no tardes.
Por lo que más quieras.
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