jueves, 25 de junio de 2015

Presenten armas


Ahí estaba el futuro. Delante de tres conocidos pero que a su vez no le sonaban de nada. Asustado, evitando el contacto visual y tirando de galones de superior, exclamó ese tan famoso grito; Presenten armas.

El primer soldado lo hizo y sin temor, apretó un gatillo que no soltó ni un mísero suspiro. 

¡Soldado! Exclamó el futuro. ¿Me podría explicar por qué su fusil no estaba cargado?

A lo que el soldado, valiente pero maltrecho por el paso de los años, respondió con un; Porque usted, señor, ya ha gastado todas mis balas. 

El futuro, confuso, hizo oídos sordos y se dispuso a seguir observando al pelotón. 

Un poco más a la derecha, otro soldado erguido y herido mantenía una postura perfecta. El futuro, sonriente, se le acercó y le instó a disparar, a lo que, por sorpresa del futuro, este soldado respondió: solo me quedan dos balas, señor. He dicho que dispares, soldado. Dijo el futuro con tono enfadado. El soldado, tembloroso pero obediente, disparó a un cielo que sin quejarse observaba como el futuro aún no había aprendido la lección. 

El futuro, orgulloso de su don de mando, se dispuso a acercarse al último soldado. Este, con el arma asentada en el suelo y su vida colgada de un hilo, resistía mirando al horizonte mientras que el carácter del futuro volvía a aflorar. 

¡Soldado! ¿Se puede saber que está usted haciendo? A lo que este último soldado respondió: haciendo de capitán, señor, para salvarle la vida. 

El futuro, lleno de ira, manifestó su ironía con un; ¿Salvarme la vida a mí, pero tú sabes quién soy?

A lo que el soldado, apoyado en las pocas fuerzas que le quedaban respondía, eres el mismo que hizo daño a aquel viejo pasado, obligó al presente a no montarse en aquella oportunidad y estás intentado gastar la última bala que aún te queda en la recámara. 

El futuro, anonadado y arrepentido, preguntó ¿Y tú, quién eres?

Y dicho soldado, sonriente, afirmó con voz firme: soy usted mismo, el único que puede salvarse la vida. 

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