Queridos reyes magos, creeros
cuando os digo que no voy tarde, que es el momento perfecto para hacer esto.
Quizá hayáis echado en falta mi carta de antes de montar en vuestros camellos,
pero este año tenía que hacerlo después. Después de ahora. Ahora de ya.
Este año no os he pedido nada y
me habéis traído todo. Eso es lo que os hace infinitos. Reyes sin republicanos,
majestades sin oposición, magos sin chistera.
Magos de verdad, porque hacéis la
única magia que se puede palpar, la que más que notarse se siente. Ilusión
reflejada en la cara de todo el que pisa vuestro oro hecho caramelo. De todos
vuestros pajes, sean de la edad que sean, que esperan hasta cuando incluso la
luna tiene sueño para colocar estratégicamente todas esas toneladas de papel
que tan de verdad harán los sueños a la mañana siguiente.
Queridos reyes magos, este año en
lugar de pedir, vengo a daros las gracias. Gracias por seguir estando tan aquí
este día. Por hacer que la pena se vaya, aunque solo sea unos segundos, de todo
el que lo está pasando mal por culpa de los que se lo pasan demasiado bien. De
los derrochadores que por derrochar, derrochan lágrimas que no se merecen.
Gracias por hacer que crezcamos
al ritmo de nuestros nervios. Por hacer que nos estremezcamos antes de dormir
porque las pisadas, aunque no sean de camellos, siguen estando ahí otra
madrugada más. Gracias, también, porque crecer significa dejarnos alistarnos a
vuestro ejército. Creía que no, pero dar ilusión es mucho más que un honor.
Y gracias, como no, por haberme
traído todo esto. Merecido o no, vuestro criterio siempre es demasiado
benévolo. Lo material, por supuesto, pero sobretodo por lo demás. Por la
complicidad de los ojos que miraban atentos sus sorpresas. La niñez hecha padres
y su: ¡Han venido los reyes! A las 7 de la mañana hora bendita. Por los números
del 1 al 5 y por darme la opción de elegir. Del 1 al 5 me quedo con el 6. Por
hacer que la más sabia, y la más bonita, vuelva a sentirse madre. Perdón, pero
esa cara de esa abuela si que era magia. Y gracias, repito, por hacer que todos
los que no podían estar peor, dijesen de corazón que, por un rato, no podían
estar mejor.
Sé que el fin de esto no era
pedir, pero como lo habéis hecho tradición, ahí voy:
Queridos reyes magos, por favor, no dejéis de existir jamás.
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